Hay muchas formas de ser exhibicionista.
Una vez, con 15 años de camino a la escuela a las 7:30 de la mañana, un hombre me dijo: -¡Mirá nena! -y yo, dormida, instintivamente, miré- ¡Mirá la berga que tengo! -gritó.
El tipo pasaba montando en bicicleta con el pene bien erecto (uno muy grande recuerdo, pero puede que sólo sea el recuerdo en mi mente, porque aún era joven y no había visto tantos).
¡¿Cómo alguien puede ir pelándosela en bicicleta (sin caerse además), a las 7 de la mañana?!
Lo mismo me pregunto cuando veo a esas niñatas (y otras no tanto), con shorts que más bien parecen tangas...
Pero descubrí que existe el exhibicionismo barato de otra índole, por ejemplo cuando alguien exhibe a su pareja, a sus hijos, o a sus amistades, queriendo demostrar que no es ningún/a fracasad@, dándose importancia por tener a alguien al lado.
¡Ojo! No es que no puedas poner una foto con alguien, es la intención con la cual lo haces y desde qué lugar te mueves.
Una cosa es el reconocimiento que se le hace al otro, por acompañarnos, y otra, el marcaje territorial que hacemos al mundo para intentar posicionarnos por encima de los demás, a costa del otro.
La primera es por amor; la segunda por egoísmo, ya que al otro lo utilizo como objeto (puede que incluso un objeto sexual).
La línea es fina y lo único que generas es asco, ni celos ni envidia, asco, como el pervertido enseñando la polla dura a plena luz del día, o la zorra en celo, poniendo la calefacción a tope para tener la excusa de llevar camiseta corta, y así, resaltar lo único que tiene: tetas, cuando invita a su casa a su mejor amigo mientras el novio no está.
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